"Es un jardín extraordinario", canta otro catalán(2).
El parque Güel, crado por Gaudí hacia 1900 -arquitecto genial, escultor, ferretero, ceramista y ebanista de sus obras-, contribuyó a hacer de Barcelona en aquella nueva ola del barroco que volvía de sus países de origen : Checoslovaquia, Austria y Bélgica, la capital del "Art Nou" y la "Atenas del siglo XX"
El parque es un sincretismo de clasicismo y de romanticismo, a la vez acrópolis griega frente al mar y jardín a la inglesa casi salvaje, con sus altas frondosidades, sus densos breñales y sus alamedas que huyen de la miradas y que le dans al visitante ganas de perderse en ellas.
Entre el delirio y la geometría euclidiana, el famoso banco del parque despliega las curvas espejeantes de sus cerámicas. Más que banco es serpiente, y la serpiente, en las regiones más remotas, es el símbolo de la sabiduría, de la tierra vivificadora que da fuerza, sueño y poder a quien sabe regresar a ella.
¿Y quién mejor que Hélène SAULE-SORBE y René VIDAL -ella pintora, él escultor, ambos profesores de talento- pudiera sentir el encanto de semejante lugar?
Hélène se ha abandonado a los juegos de luz y de las hojas, y al de las cerámicas corruscantes; en el fondo de su admiración ha encontrado a Monet, su confidente de siempre, del que tiene toda la sensibilidad, "la emoción de la simple realidad", como decía Mauspassant.
Generosa y sensible, Hélène aparece sólo una vez en la sucesión de sus obras, morenita que nos oculta su rostro como si quisiera apartarse e invitarnos a ver lo que ella ve y a compartir su alegría.
Sus cuadros, con una minuciosidad digna de Dalí (¡otro catalán!), reproducen motivos o partes del banco; podrían sustituir a sus modelos sin que nadie se diera cuenta.
La materia parece ser enlosado.
Generosa y sensible, Hélène no carece de ironía.
René VIDAL es demasiado delicado como para librarse a su vez de la magia de esos lugares; sin embargo, era evidente que este hijo de un fabricante de zuecos del queray(3), apegado a la rusticidad de su tierra, iba necesariamente a meter la pata ocultando su emoción tras su habitual humor y sus caprichosas asociaciones.
Así es como los árboles del parque, cual laureles, van destinados a ser talados, y la fiesta de la naturaleza debe ceder el paso a la fiesta de los hombres, de sus anhelos y sus sueños, de la gran alegría del "indedins" (concepto languedociano creado por René VIDAL y que hace un siglo el alemán HEGEL llamara prosaicamente "la interioridad").
Empieza, pues, la visión por una serie de estéreos, incrustados de "ready-made" (literalmente: "objetivos fabricados para..."), en la mejor tradición de las farsas surrelistas. Los nombres que les da el autor hablan por sí mismos: aquí está el "estéreo-electricidad" representando la luz que se enciende en casa; el "estéreo de la mesa puesta", con su mantel de cobre rojo, ósmosis de todo el vajillero; hay el "estéreo del higo" para los postres, y más allá el "estéreo-palos de silla", naturalmente el del colchón, en que la fiesta alcanza su paroxismo.
Mas la visión se va precisando, los objetos-símbolos se borran y aparece lo esencial: en su escultura de vivos colores, casi móvil, mujeres corren al sol, beben nubes, ebrias de libertad; una pareja cara a cara, a cuyas formas se adaptan dos torres de la Sagrada Familia vista en perspectiva, como si el templo la estuviera bendiciendo. Una odalisca, en fin, está durmiéndose mecida por las reptaciones del banco-serpiente.
Con, de pronto, imágenes de amor, de abandono y de colores de maravillar a los niños, diríase que frecuenta el parque Güell un fauno alegre cuya presencia y música ha presentido René VIDAL: la música de los estéreos.
Impresiones
Marc DEHEZ
y Fernando ARINO
Professeurs au lycée de Mourenx
(1) Gaudium : en latin, alegria retour
(2) Charles Trenet : cantauto de Narbona. retour
(3) Región del macizo central francés. retour